lunes, 11 de junio de 2018

"The jungle book" o "El libro de las tierras vírgenes", o de cómo no merecer un nombre...


 “El libro de las tierras vírgenes”.
El título no destacaba, no me llamó ni movió nada en mi interior, lo tomé por la simple razón de que era su turno. Tenía 13 años cuando decidí leer todos los libros del mueble que había en la casa, sin importar la temática, uno a uno, aleatoriamente. La colección de libros de mis padres era meramente decorativa: había títulos de finanzas, religión y literatura. De los últimos, ningún título de los clásicos, nada de autores conocidos, al menos eso creía.

El libro era un poco viejo, una edición española de 1971, con un desgaste normal aunque no había sido leído quizás en por lo menos 15 años. La ilustración de la portada mostraba un estanque al atardecer en el que bebían un tigre y dos elefantes. Dominando la escena, un tercer elefante barritaba mientras un chiquillo, desnudo, observaba la escena sentado entre el follaje. Finalmente, un antílope parecía retirarse del lugar, quizás por temor al tigre. La contraportada contenía reseñas de otros títulos de la editorial, no había más indicios de la historia, sólo al abrirlo y leer el índice supe de qué se trataba.
Éste señalaba un prólogo del autor seguido de varios títulos. “Los hermanos de Mowgli” era el primero, en aquel momento reconocí el nombre.
En ese entonces no había visto la película animada de Disney, “El libro de la selva”, pero si leí una versión impresa, en formato de historieta que me encontré en una biblioteca en El Grullo. La historia de un niño rescatado por una pantera negra, quien lo entrega a una familia de lobos, y se cría en la selva, de la que tiene que huir porque es perseguido por un tigre, no me pareció entonces nada especial. Elefantes que marchan, monos que bailan, un oso locuaz y festivo, unos buitres estrafalarios y una serpiente hipnótica,  significaron demasiada ingenuidad para mis gustos de aquellos años, a pesar del drama de la pelea final y esa escena en la que Baloo parece estar muerto, asesinado por un Shere Khan fuera de sí.
Así que mi primera sorpresa fue enterarme de que esa película era una adaptación, o mejor dicho, que estaba basada en una obra literaria.
Cuando terminé el primer cuento, “los hermanos de Mowgli”, no lo podía creer.
¿En realidad se habían basado en esa maravillosa y poderosa historia para crear aquella insulsa caricatura?
Al terminar de leer todos los cuentos relativos a Mowgli, con lágrimas en los ojos juré nunca ver la película.
La literatura y el cine son diferentes en su esencia,  en cuanto a sus formatos, los códigos que les dan forma e incluso en las intencionalidades que tienen. De allí que las adaptaciones y las interpretaciones o versiones sean un desafío para el espectador. El lector que se enamora de una obra literaria, de sus personajes, tramas y subtramas, difícilmente encontrará una versión cinematográfica que llene sus expectativas. Lo mejor que le puede pasar es encontrarse con una película que lo sorprenda, que la interpretación que hace el director le genere empatía y simpatía, y le despierte tantas emociones como lo hizo el libro.
En este caso, lo único que despertó en mi fue algo muy parecido al odio, y aunque mi reconciliación con Disney llegó con “El rey león”, nunca pude perdonar a “El libro de la selva”.
Así pasé entonces 25 años de mi vida, evitándola.
Hace dos años Disney lanzó una nueva versión con imágenes reales y digitales, decidí que no la vería, pues los cortos mostraban que no sería otra cosa que lo que leí en aquella historieta, sin embargo, cuando vi el avance de una versión presentada por Warner, a pesar de dos detalles en el tráiler que no me gustaron, la expectativa que generó en mí fue tal, que decidí que ésta si debía verla pero, además, antes vería otras versiones, incluyendo las de Disney, para poder comparar.
Entonces lo hice.
Si bien es de sobra conocido que Disney hace de historias reales, sangrientas, tristes y crudas, fantasías perfectas, no es lo mismo tratar con un cuento de la tradición popular que con una obra literaria, de un premio Nobel, considerado uno de los grandes clásicos de la literatura universal.
Esa, para mí es la gran ofensa que se hace a la obra, además de caricaturizar y convertir a personajes complejos en bufones, reducir una historia rica en detalles, motivaciones y trasfondos sumamente poderosos, en simples anécdotas.

Una película basada en una obra literaria no está obligada a transcribirla, claro. Es una obra distinta. Pero si tergiversa y replantea tantos detalles sustanciales que tocan el alma de la historia, se convierte en una obra lejana, ajena, bastarda.
Eso es lo que pasa con lo hecho hasta hoy, espero que no ocurra con la que viene.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Disney es, pues, un pintor de colores ilusiorios tanto de la realidad como de la literatura, sin importar lo excelsa que ésta sea. Sólo por atrapar el corazón de sus clientes masivos: los niños. Y, si ellos son felices, los papás también. Qué bueno que las películas no sean tan buenas como los libros, mi estimado. ¿Quién querría volver a tomar un libro, incluso al azar, como tú?

TiThor dijo...

El problema para mí es crear obras que no trascienden, bonitas, sí, pero anecdóticas. "El Rey León" toma a Hamlet y crea una película poderosa, con un trasfondo complejo, y "El libro de la Selva" tiene todo para lograrlo, pero se queda en lo fantasioso, y lo peor, para mi es que no remite al libro para nada, la prueba está en que la mayoría de las personas con las que hablo del tema desconocen la existencia del libro a pesar de haber visto la película y declararse fans de ella.